jueves, 19 de enero de 2012

En verdad te creí perdido

Tenía un rato sin escribir palabra en estos Diarios. La razón no fueron falta de ganas, sino el bloqueo de blogger, o más bien de mi cerebro que se negó a recordar el correo y los 12 caracteres de mi contraseña. Y como chiste, sí, como broma, quería ingresar a mi nuevo blog y la memoria me jugó una broma, regresé aquí, a estos Diarios y siento una extraña felicidad por haberlos recuperado. Que viva la palabra, la tristeza o la alegría, o cualquiera que fuese el estado de ánimo que acompañe a estas necias, perdidas y reencontradas palabras. Gracias a quienes se han dado el tiempo de leerme de vez en vez y hacer algún comentario.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Hoy tenía ganas de llorar

Íbamos de paso, sin intención de nada, cuando un letrero amarillo atrajo nuestra atención. Una linda librería, que visité algunas veces anunciaba su cierre y sus ofertas de liquidación. Paulino cambió la marcha y llegamos ahí los cinco, mis hijos, mi esposo y yo, a la libreria. Estaba muy cambiada de la última vez que fui: los estantes estaban con libros marcados con etiquetas amarillas y rojas, con descuentos sobre descuentos. Se leía 60, 70 u 80% menos. Todos los muebles, incluso los de oficina y de su pequeña cafetería también estaban puestos a la venta.
La gente no paraba de llegar y de buscar entre los anaqueles (muchos de los cuales ya estaban vacíos) libros, juegos, calendarios, revistas, juguetes...
Luego me entró un sentimiento feo. Mi estomago que ya venía enfermo se revolvio, y mi garganta se hizo nudo. Ver a tanta gente ahí, interesada en los libros, y ver la librería tan urgida de irse me provocaron rabia y dolor. Por qué cierran las librerías si deberían de seguir con todo y las kindle, las ipad y las nook.
Lo digital no debería de estar peleado con lo impreso, y menos aún con la experiencia única que se vive en las librerías, desde hojear un libro y escuchar un cuentacuentos, hasta conocer personalmente a un autor, o simplemente disfrutar un café junto con tu lectura favorita.
Ya de por sí la vida se ha vuelto muy sedentaria resolviendo todo en línea, sin salir de casa, sin vivir la experiencia.
Pues sí, lloré. Sólo un poco, y paré. En cuatro años que tengo aquí no he visto que habran nuevas, y sí han cerrado por lo menos tres. De por sí los títulos en español son escasos, y con estas ayudas creo que no me quedará más remedio que leer en inglés, si es que siguen en pie las librerías y no las ahoga la boga.
Los cinco recorrimos toda la librería muchas veces. Después de un rato encontramos un raquítico estante en español y de ahí tomé Una vida con propósito de Rick Warren, La bruja de Portobello de Coelho (no es mi autor favorito, pero quería darle otra oportunidad), Escuela para padre de Danielle Laporte (últimamente me traen loca los hijos), El arte de la resurrección de Hernán Rivera Letelier (no le conozco, pero su libro promete)y me quedé con las ganas de un libro de Carlos Fuentes.
Quien me iría a decir hace tres lustros que los discos y los libros como los conocíamos serían vetustos, y se cargarían por millares en archivos portátiles.
Extraño mis libreros, mis libros inacabados, mis cuentos, aunque ahora, después de mucho tiempo, gozo un libro, tan anticuado como pueda ser, con sus páginas amarillentas, con el separador de papel y mis secretas confidencias.
Claro! no rechazaría un kindle.

nmac

domingo, 8 de mayo de 2011

Qué es ser mamá...

Que Juan Pablo me pida, todos los días con devoción, agua antes de dormir. Que me de un beso y un abrazo apretado. Que cuando le doy la bendición y las buenas noches, me responda "noche", y se regrese corriendo para darme otro beso y otro abrazo apretado.
Que Alejandro me pellizque los vellos del brazo y me acaricie el pelo, y que Javier calme su llanto y me regale una sonrisa cada vez que lo abrazo con su cobija que hizo mamá Nena.
Que ellos me digan "Ma".
Los amo mis nenes.

Atte: Ma.

viernes, 22 de abril de 2011

Hoy que salí a caminar

No me gustó lo que vi. Me he acostumbrado a ver la vida desde mi casa. Creo que es culpa del apagado estado de ánimo de los últimos días, y del insufrible dolor de brazo derecho que se ha aferrado a mí.
No me gustó verme en los espejos de aparadores, ni pensar en lo que dejé y en lo que no tengo. A veces me falta aliento para dar el siguiente paso, y el humor se ha vuelto mi enemigo.
No recuerdo haber sido voluble y ahora es lo que mejor me describe. Se auna la impaciencia, el desgano y el pesimismo de vez en vez.
Debo dejar de pensar y pensar. Concentrarme más en lo tangible y volverme más sistemática.
Extraño sobre todo la libertad, hasta la playa que nunca ha sido mi favorita.
Quiero dejar de pensar y salir de esta depresión y este maldito miedo que me tiene sujeta.
Quiero dejar de pensar y hacer mi costumbre favorita, otra vez como hace mucho, soñar y reir.

lunes, 28 de marzo de 2011

Solo camina Javier

Solo camina Javier. Después de un año y ocho meses de su nacimiento, ya me comenzaba a preocupar, pero desde ayer, sin motivo aparente y con la intención de usar sus piernitas, andó andó y andó...
Hoy se la ha pasado caminando por toda la casa. Se ríe, se cae, se levanta y vuelve a andar. Solo lo para a veces Juan Pablo. Lo ve, lo avienta, el gordito hace berrinche, pero al rato, ya que se le olvida se pone de pie y vuelve a sonreir... y a andar.
Alejandro lo ignora. Se ocupa más bien en chuparse el dedo, esculcar la mesa del comedor y pelear con Juan Pablo. Que ya camine su hermano aún no le significa nada, ya lo resentirá cuando su gemelo se defienda con mayor destreza de sus travesuras.
Javier toma su cobija, esa que fue de Juan Pablo, y que la hizo con sus manos mamá Nena. Se ha convertido en su mayor debilidad. Esa cobija es arrastrada todos los días, por toda la casa, y le sirve de cama ambulante a cualquier hora y lugar.
Solo la deja para bañarse. Nunca perdona dormir sin ella, y sólo con ella lo puedo consolar fácilmente.
En las noches se tapa la cara con ella, y por las mañanas le acompaña a la hora del desayuno y las siestas. Muchas durante todo el día.
Alejandro, por el contrario, entre menos cosas traiga encima, mejor. Sólo a veces carga su cobertor, muy pesado, y chupa su dedo, manía heredada después de privarlo del biberón.
Su cama-cuna se ha convertido en una geografía pequeña. Toda la noche se da muchas vueltas e involuntariamente pelea con la cabecera. Aunque haga frío echa las sábanas al lado y le gusta solo encimarse a ellas. Odia que lo despierten o lo cambien de posición. No le importa estar de cabeza, con las nalgas hacia arriba, hincado, con las piernas colgando fuera de la cama, solo quiere dormir como a él se le antoje.
Y Juan Pablo, tan miedoso aveces. Tan dependiente de mamá y papá para dormir, se duerme a sus anchas en su cama queen, siempre abrazado de su perro de peluche, y al igual que Alejandro, peleado con las sábanas.
Ha hecho su ritual despertar en las madrugadas y visitarnos en el cuarto a su papá y a mí. Cuando su sueño le alcanza para toda la noche, muy de mañana llega con nosotros, en más de alguna ocasión, acompañado de alguno de sus hermanos.
Si es el primero en ponerse de pie, despierta a sus hermanos. No le gusta estar despierto, solo. Ni le guste que nadie, -ni hermanos, ni mamá y papá- se duerman en el día si él está despierto.
Ya son las 3:21 p.m., el caldo hierve, Paulino está por llegar, y la comida es reclamada por los cuatro hombres de mi vida.
Mole ranchero, sopa de arroz y fideos, el menú de hoy. La cena... luego les cuento.

n.m.a.c